Oxímoron
- Karolina Gámez
- 1 jun 2017
- 1 Min. de lectura

Lo bestial y lo hermoso se juntaban en un mismo punto. Lo espiritual y lo físico se habían fundido en ella con tal perfección,
que no puede sino resultar incomprensible para los ignorantes de mentes uniformes. La frialdad de sus cálidas manos. Su pestilente aroma a azucenas. La violencia de su dulce sonrisa. Sus afiladas clavículas embotadas. La aspereza de su suave piel. Su helada mirada abrasadoras. La perfecta linealidad de sus curvas. Sus silencios que hablan a gritos. Lo agridulce de sus besos. El brillo de su oscuro cabello. ¿Qué podría ser de mi? Es el ángel de mi infierno. Porque no se puede olvidar sin recordarla. Porque me dueles con gusto. Por eso le escribo, porque las palabras no se intimidan ante tal ser. Porque aún no sé si la odio como nunca he amado a alguien
o la amo como nunca he odiado a nadie. Así, con todas las fuerzas de mi ser.
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